importancioso

El hombre era nómada antes que agricultor. Siendo agricultor sabía que había algo detrás de esas montañas. Y se hizo viajero. Y conoció mundo. Y volvió a casa y lo celebraron con cerveza. Y les contó su viaje. Pero un imbécil en la tribu no le creía, e inventó la cámara fotográfica. Este blog está relacionado con el cuento: viajes, comer, beber, emprender, relatos, surf y fotografía. Porque ¿de que te sirve viajar al lugar más bonito del mundo si no tienes una foto para callar la boca a ese imbécil?

Toribio Zulaica Unamuno


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Biografía de Toribio Zulaica Unamuno

Toribio Zulaica Unamuno

Nació en Eibar el 16 de abril de 1872 y falleció en su pueblo natal el 4 de julio de 1936. Estudió Comercio y Lenguas en el Real Seminario de Vergara, a la sazón famoso colegio, en donde adquirió el título de Perito Mercantil. Representó a dicha entidad docente, regentada por los PP Dominicos, en un concurso que se celebró en San Sebastián entre los colegios de la región, en la disciplina de Matemáticas, obteniendo para Vergara un honroso segundo puesto. El primero fue para el brillante ingeniero y abogado, más tarde diputado y senador, Víctor Pradera, cuyo nombre aparece hoy en la nomenclatura de numerosas calles de España. Terminados sus estudios, fue menester encontrar plaza adecuada a su profesión. Construíanse en aquella época en los astilleros de Sestao, bajo la rectoría de Martínez Rivas, aquellos cruceros que sucumbieron con gloria, a las órdenes de Cervera, ante la aplastante superioridad de la marina americana, en defensa de los restos de nuestro imperio en ultramar. He aquí una anécdota interesante: acompañado de su padre Narciso, y con una carta de representación, se entrevistó con el director de los astilleros, quien lamentó no poderle atender, pues, dijo, tengo cubierta la plantilla añadiendo: Si fuera para delineación… Al salir de la factoría, mohínos y silenciosos, díjole Toribio a su padre: ¿Por qué no le ha dicho que también sé dibujar? A lo que su padre objetó: ¿Cómo iba a decírselo, tratándose de materia tan distinta? Como el gasto estaba hecho, volvieron a entrevistarse con el director quién, con gran sorpresa y seguramente por cumplir con el recomendante, aceptó a Toribio a prueba durante un mes, no más. Aquel hecho fue fundamental: marcó el rumbo de su vida, pues dio en el camino de su vocación.

Delineante de Talleres, en continuo contacto con los ingenieros navales ingleses, los demás pronto se percataron del gran delineante que tenían delante, destacando sus maravillosos croquis, a cuya justeza matemática daba realce el dominio del dibujo figurativo, en el que más tarde sería profesor. En el trato continuo con los técnicos, y dado que los planos eran ingleses, perfeccionó su inglés y llego a hablarlo correctamente. Naturalmente, allí quedo hasta que los cruceros fueron terminados. Cerrados los astilleros, fue la misma dirección la que le colocó en la Fábrica de Cañones de Placencia de las Armas.

Pero, antes de referirnos a otros acaeceres que dejaron muestras de su capacidad en la otra vertiente del dibujo, nos referiremos al dibujo figurativo. Hizo un retrato, a lápiz, a Martínez Rivas y, al presentárselo, le causó tal admiración que le obsequió con un premio en metálico, más una máquina fotográfica, que Toribio utilizó durante muchos años; algunas fotografías se conservan, con gran estima, por sus familiares. Y vamos a Placencia de las Armas; allí nació su segundo hijo, de los diez que tuvo. No se limitó a cumplir en la Fábrica con su obligación profesional; sino que, llama- do como estaba al Magisterio, publicó un tratado de Geometría descriptiva, proyecciones, penetraciones y desarrollos, con el que aleccionó a los placentinos estudiosos. Fue notable no sólo por el dibujo, sino también por el texto, escrito en letra llamada de molde, pero dibujada a mano, con asombrosa perfección y tal celeridad, que daba idea del dominio que poseía de la pluma y del lápiz. En algún rincón de cualquier casa de Placencia habrá algún tratado que mucho agradecerían sus hijos poder poseer.

Habíase establecido por entonces la Academia de Eibar, su pueblo natal. Era justo que él sintiera nostalgia de su pueblo, a quién tanto quiso, y, convocadas que fueron las oposiciones para la provisión de la plaza, allá se fue y, riñendo dura batalla con su bien preparado adversario, ganó la plaza y fue director de la Academia hasta su muerte. Ya le tenemos en Eibar, en su cátedra, ayudado por aquel importante industrial y mejor persona que se llamó Felipe Artamendi. Tres generaciones fueron adiestradas allí en las dos vertientes del dibujo: el matemático y el figurativo. Tres tan sólo se ejercitaban en el geométrico; todos los demás aprendían el dibujo que llamábamos de adorno. Y es que era el damasquinado que introdujera Plácido Zuloaga el que predominaba a la sazón en Eibar. Más tarde hablaremos de la transformación de Eibar y de la decadencia del damasquinado.

También funcionaba en Eibar la Academia de Artes y Oficios, sita en los altos del edificio que albergaba el Juzgado que, en tiempos, fue el ayuntamiento de la villa, en frente de la iglesia parroquial. Dirigía Toribio aquella Academia de ocho a diez de la noche, junta- mente con el buen pintor eibarrés Jacinto Olave. ¡Qué lástima que tan excelente pintor no prodigara sus obras, temeroso tal vez de las tremendas dificultades que un pintor ha de afrontar para su definitiva consagración! En mi recuerdo están el maravilloso retrato que hizo de Niceto Muguruza, muerto en plena juventud en accidente de motocicleta, y también hay un retrato de su amigo Toribio, en casa de su primogénito Daniel (hoy fallecido) y que ocupa el lugar de honor de la casa. En esa academia se impartía también el modelado artístico en cera, que luego se convertía en relieves en yeso. No terminaban ahí las actividades de Toribio: tenía tiempo para hacer los planos de las casas que los constructores de la época le encargaban y los dibujos para catálogos de pistolas y escopetas, con los maravillosos sombreados que, con el dominio del difumino, entonces se empleaban.

Siempre fueron los eibarreses ingeniosos y dados a la inventiva; ello le traía trabajo a Toribio, a quien encargaban la tramitación de patentes. Para ello, con el dibujo de conjunto se plasmaba el despiece en sus diversas vistas y se acompañaba de la memoria descriptiva, que la hacía con buena literatura, comprensible -dada la cultura general que poseía- y que pocos eibarreses en aquella época podían igualar. De su arte de dibujar, ahí esta patente, en el archivo del ayuntamiento, el antiguo plano general de la villa que, bajo la dirección y firma del arquitecto Cortazar, fue ejecución suya. Tuvo varias patentes suyas: las pistolas automáticas Royal, Regina y otros objetos que, en ocasiones, le dieron provecho. Corría el tiempo de la primera guerra europea y, como por dicha causa el comercio internacional dificultaba el suministro de instrumental de dibujo, se puso, acompañado de sus hijos, a fabricarlos, cosa que en España no se había hecho nunca. El éxito fue efímero y duró lo que la guerra. Los alemanes, derrotados y con una moneda sin valor, barrieron el mercado con precios envilecidos y hubo que cerrar; mas aquella experiencia no fue baldía. En la segunda guerra mundial, en circunstancias favorables, reemprendieron sus hijos, ya aleccionados, la aventura con positivos resultados y siguen en Zarauz, donde están avecindados, la normal marcha de su industria.

Volviendo unos años retrospectivamente, quiero referirme a aquella Exposición de productos de la industria eibarresa que se organizó en las Escuelas de la Alhóndiga siendo su director Toribio y que, si no me traiciona la memoria, fue allá por el año 1910. Quiso honrar su inauguración S.M.D. Alfonso XIII, a quién recibió y acompañó Toribio; después del almuerzo, al que concurrieron con las autoridades las que llamaremos fuerzas vivas de la villa, comentaba Toribio el buen apetito del monarca a la hora en que se trinchó el pollo. Para exactitud de la historia he de consignar que don Alfonso fue recibido cariñosamente y que las aclamaciones de los eibarreses apiñados en la calle de la Estación fueron correspondidas por don Alfonso con el sombrero en la mano y con su peculiar campechanía, mientras recorría a pie el trayecto de la Estación a la Alhóndiga. Fue una feliz idea que tuvo – como luego veremos- gran trascendencia: surgió de alguien (quizá de Julián Echeverría; esto no lo sé, pero lo intuyo) la idea de crear una Escuela, que se llamó -y se llama- de Armería. Apoyado por todo el pueblo, con su Ayuntamiento a la cabeza, se estableció provisionalmente en un edificio sito en el Frontón Viejo. Recuerdo que su director fue un militar, Carnicero, del Cuerpo de Artillería, y creo que comandante de graduación. Mas la definitiva se construyó donde actualmente está, nombrándose director a Julián Echeverría, de quien podía decirse “que había nacido para la mecánica”. Se convocaron oposiciones, que fueron concurridas y muy reñidas, ganándolas Pio Zulaica a quien, previamente, había preparado en la parte teórica su hermano mayor Toribio. Aunque el nombramiento fue interino, pronto se hizo efectivo, comprobada su gran competencia como maestro de ajuste. Pio fue el primer discípulo y recibió las últimas lecciones de su hermano Toribio; al jubilarse, le concedieron la Medalla del Trabajo e ingresó en la Orden de Alfonso X el Sabio. Algo bien merecido, pues fue un trabajador infatigable y muy capaz. Su hermano y profesor había ya fallecido. Fueron nombrados profesores, por su probada competencia, Toribio para Dibujo y Matemáticas y Eusebio Zuloaga -ingeniero de Minas-, todos bajo la capitanía de Julián Echeverría. Más tarde se incorporó otro gran maestro de ajuste -cuyo nombre siento mucho no recordar-; pero a quien, con todo respeto, diré que se le conoció por “Ondarru”, dada la costumbre eibarresa de apodar a la gente por su procedencia.

Y ésa creemos que fue la piedra angular que forjó la gran revolución industrial que ha hecho reventar a Eibar en su expansión, de forma que, rotas sus costuras, ha tenido que expandirse, por no caber en sus límites geográficos, harto menguados para su dinamismo. Creemos que a esos hombres debe Eibar su gratitud bien ganada. Dos de Mayo, Bidebarrieta, Estación, etc. nos traen añoranzas de nuestra niñez, de nuestra juventud; pero nosotros estamos con el pie en el estribo. ¿Qué dirán a las nuevas generaciones estos nombres? Y, ¿por qué no perpetuar estos eximios eibarreses en los nombres de sus calles, para que sus futuros recuerden cuánto influyeron en ellos aquellos ancestros, que fueron la iniciación de ese emporio de riqueza industrial de resonancias mundiales?

Otra característica muy acusada de Toribio fue su fervor religioso. Enfermo de enfermedad incurable -que él sabía por habérselo dicho su director espiritual Juan Ibarguchi, esperó sereno lo que inevitablemente había de ocurrir. Entre las innumerables visitas que recibió en su lecho de muerte, una de ellas del comandante de Artillería, Serichol, no sé que le diría Toribio que, a su salida, Serichol comentó: “A mi me admiran estos cristianos que, cuando van a morir, creen que van a cambiar de domicilio”. En el escaparate del comercio de muebles que, en la calle Ibarrecruz, poseía un ebanista, había un crucifijo tallado en madera que Toribio conocía y que, en su sensibilidad artística, lo consideraba bello. Días antes de su muerte, se levantó y, tambaleándose, casi moribundo, se llegó hasta allí entre el espanto de los transeúntes, a unos doscientos metros de su domicilio, y lo adquirió. Con aquel crucifijo apretándolo entre sus manos quiso morir: tal fue la profundidad de su fe. Los avatares de la vida llevaron a su tercer hijo a ubicarse en Vizcaya, en donde un día recibió una llamada comunicándole que su padre estaba grave. Acudió y, al acercarse a su lecho, Pio abrazó fuertemente a aquel hijo a quien tanto quiso, siendo éstas sus palabras: “ Tengo 62 años, per o cuando Jesús quiera estoy preparado” . Mis ojos se humedecieron con el recuerdo, pues aquel hijo era yo, el que estoy hilvanando, con absoluta exactitud, esta biografía. Hube de regresar a mi trabajo; mas, a los pocos días, recibí el aviso que ya esperaba y volví a mi Eibar para enterrar a mi padre. Asistieron los profesores y alumnos de la Escuela en comunidad, portando una corona monumental que los hijos agradecimos, aunque la rechazamos. Sabíamos que no quería coronas en su entierro. El quería -y creo que se la mereció- la Corona cuyas flores no se marchitan nunca.

(Biografía dictada por su hijo Lucio Zulaica Basurto a su hermana Felisa, que lo mecanografió)

Marketing (de consumo) en 1943

 

 

 


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Ya era hora! me llevo algunos trastos del blog!

esto no es Harvard (esto , lo de la foto, es Groenlandia). Foto: Eduardo Zulaica

esto no es Harvard (esto , lo de la foto, es Groenlandia). Foto: Eduardo Zulaica

Después de casi tres años publicando como importancioso en blogspot primero y luego en WordPress, he decidido llevarme los temas de empresa, redes sociales, marketing, etc a un blog nuevo con mi amigo Josep Mor. Aquí seguiré publicando sobre surf, fotografía, cosas raras y a ver si me animo con unas recetas mas.

El nuevo blog lo hemos llamado esto no es Harvard porque va a tocar temas que caen debajo del paraguas de Harvard y … porque además es verdad, ¡esto no es Harvard!

Esto no es Harvard es lo que vamos a construir con la siguiente idea:

Aquí encontrarás ideas y opiniones sobre negocios, unas importantes y rompedoras, otras sencillas, pero contundentes. Queremos hacerlos de forma sencilla y comprensible. Al final hablamos de ; empresa, marketing, productos, finanzas, innovación. Ayúdanos a romper esquemas, lo de siempre no es necesariamente lo mejor.

Así que si te interesan estos temas nos puedes seguir aquí! Espero que os guste.

Puedes encontrar al autor en Google+


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Anatomía de Grey y el método del caso

El Profesor Josep Mor, del Instituto Internacional San Telmo, imparte un caso de Finanzas en el DEA de Bilbao. Foto: Félix Zulaica

El Profesor Josep Mor, del Instituto Internacional San Telmo, imparte un caso de Finanzas en el DEA de Bilbao. Foto: Félix Zulaica

Hay una serie de televisión, Anatomía de Grey, que me persigue en mis peores pesadillas:

Una doctora de rasgos asiáticos (la doctora Cristina Yang) corre por los pasillos dándose codazos con dos compañeros porque Sigue leyendo